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lunes, 14 de julio de 2014

Derecho en las Escrituras: Yeshúa y el Derecho Procesal



Durante mucho tiempo anduve por el mundo intentando comprender porque Hashem necesitó enviar a este mundo a un hombre para salvarnos, me preguntaba entonces ¿acaso no es Di-s? y salvarnos de qué, o de quien?. No era fácil para mí comprender los misterios que mi mente no lograba integrar como lógicos y racionales. 

Contrario a los postulados de los llamados dogmas de fe, existía un mundo que me llevaba por lo conocido a lo conocido, era el mundo del derecho creado por el hombre, un mundo a mi parecer fácil de entender, con conexiones lógicas y echo por el hombre para el hombre. Eso pensaba. Todo era muy sencillo, existían códigos en donde le decían al hombre qué no debía hacer, porque si lo hacia incurriría en sanciones algunas muy severas; en mi mundo, se le conocía como el derecho sustantivo. Por otro lado, existía también otro código llamémoslo, instrumental, que servia como medio para hacer valer ese derecho sustantivo, es decir, sería el camino para lograr la restitución de mis derechos en el evento que otro haya transgredido la norma y me haya causado un daño, en mi mundo se le llamaba derecho procesal. En el mundo del derecho, para comprender más fácilmente el derecho procesal se nos dice que el derecho procesal seria los rieles o las vías por donde se traslada un tren y el derecho sustantivo seria el tren. 

Pero como a veces sucede, nos llega ese día en el que la rebeldía se enfrenta a su tirano para conocerlo y pretender confirmar que efectivamente teníamos razón: era solo un tirano. Pero como también suele pasarnos, en ese conocer nos damos cuenta que el tirano soy yo. Así me pasó a mí. Pensé entonces que era el momento de leer la Biblia, miré aquel libro de pasta negra que a mi parecer era menos grueso que los códigos que me había leído, lo revisé y vi que no tenía jurisprudencia concordante y entonces me alegró pensar que quizás fuera menos denso. Y empecé…

Vaya decisión la que tomé. Rápidamente logré comprender que este libro era mejor que un código civil, o un código penal, pues estos códigos de hombres son fríos, calculados, egocéntricos, metódicos, no sienten al ser humano en su esencia y por eso el ser humano no logra ser transformado con esta ley. Es que la ley de hombres se asemeja a una mujer semi vestida con harapos, sucia y maloliente, que algunos la quieren rescatar de las manos de otros que la desprecian. 

Rápidamente comprendí que la Biblia no era un libro de ciencia ficción, ni un compendio de historia, no. La Biblia era todo. En esas líneas encontré el derecho penal, el derecho civil, el derecho comercial, el derecho de familia, entre otros. En ese libro encontré temas de psicología, nutrición, vida en pareja, medicina, música, amor, vestir, etiqueta, normas de comportamiento, etc. 

Pero lo más sorprendente, no fue hallar un libro que lo contuviera todo, porque también una enciclopedia abarca todos estos temas, aunque por supuesto sin la trama ni la narrativa de la Biblia. Lo que maravilló mi alma fue encontrar en ese libro que existió y existe un hombre de carne y hueso, que lo contiene todo…encontré en ese libro a un hombre que materialmente es la vía o los rieles del tren donde va mi vida. 

Fue entonces más sencillo para mí comprender que lo espiritual no es etéreo ni es exclusivo de santos. Comprendí que lo espiritual se vive mejor desde lo terrenal. Concilié ambos mundos. Lo terrenal y lo espiritual. La lógica y el misterio. Conocí a Yeshúa, la mejor vía férrea por donde transitaría el tren. 


Cualquiera comprende la instrucción de no matar. Esta establecida en la Biblia y en el código penal. Pero fue Yeshúa quien en una interpretación extensiva de la norma, nos enseña que no solo somos homicidas cuando derramamos la sangre de nuestro prójimo, sino también cuando nos enojamos, insultamos y maldecimos al otro.


Cualquiera comprende la instrucción de descansar el sábado pero bien difícil es determinar como se guarda el sábado. Pero fue Yeshúa quien vino a enseñarnos la forma correcta de guardarlo sin caer en la oscura interpretación de violar el principio que para hacer el bien no hay ley. Fue Yeshúa quien en un shabat permitió a sus discípulos arrancar espigas para saciar el hambre, porque un shabat no puede ser la excusa para dejar morir a un ser humano. 


La instrucción: no cometerás adulterio, es fácil de repetir. Pero cumplirla no tanto. Por ello fue que Yeshúa tuvo que hacer claridad en este mandamiento, especificando que el cometer adulterio no solo se materializaba con el acto sexual sino que se infringía la norma tan solo cuando un hombre miraba a una mujer para desearla en su corazón. 


No hay tren sin vía férrea y una vía férrea sin tren es inútil. Solo tiene sentido si coexisten ambos. Por eso hoy he logrado comprender de que quien nos salvó Yeshúa y de que. Vino a salvarme de mi y de mis malas inclinaciones en las decisiones que he tomado en mi libre albedrío. Porque la tirana he sido yo. 



Azucena Ramírez Ramírez
Comunitaria








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