BALAK (בָּלָק)
¿QUIÉN ERA EL TERCO?
El burro o asno, es un
mamífero, de la misma familia taxonómica que los caballos. Son animales nobles,
fuertes y con capacidad de sufrimiento. Por varias generaciones han sido
utilizados como animales de carga. A pesar de no ser un animal kosher, ya que
no tiene pezuña hendida ni es un rumiante, era utilizado por los judíos como un
símbolo de realeza. Shaul, David, Shlomo y Absalóm, entre algunos reyes y
sacerdotes de Yisrael, cabalgaron en burros, pues los caballos eran reservados
para la guerra. El mismo Y'shúa en su entrada a Yerushalaim, antes de ser
entregado y sacrificado por nuestros pecados, lo hizo sobre el lomo de un
pollino (cría o cachorro) de asno.
Personalmente pienso
que uno de los relatos más graciosos y
coloridos en la biblia que hace alusión a los burros es el de Bilám y su asna,
que se encuentra en Números 22. Los asnos son animales solitarios que están
acostumbrados a vivir en los márgenes de los desiertos. Curiosamente parece ser
que Bilám era también un hombre solitario, tal vez como dice el refrán popular
“las cosas se parecen a su dueño”. Según algunos entendidos en el hebreo, con
las letras del nombre hebreo bilám (בִּלְעָם), que originalmente no tiene vocales, es posible entender el
mismo nombre como “bli – am” osea “sin pueblo”. Se dice que este era uno de los
problemas de Bilám, que no estaba con el pueblo de Israel y aunque él podía
haberlo hecho, prefirió no hacerlo. El Altísimo le había dotado con una
capacidad natural para poder recibir y transmitir palabras de profecía, pero él
no uso ese don para el bien común sino para sus propios beneficios.
Otro problema que parecía
tener Bilám, era que su amor por el dinero lo enceguecía espiritualmente. Fue
tanto su afán por encontrarse con Balak, que no se percató de la presencia del ángel
que estaba al frente, la cual si fue percibida por su fiel asna. Los burros en
general tienen la reputación de ser tercos, pero ésta percepción resulta de una
mala interpretación del instinto de conservación altamente desarrollado que
ellos tienen. Es difícil forzar un burro a hacer algo que vaya en contra de su
supervivencia. Además los burros son capaces de detectar la presencia de depredadores
con mayor facilidad que el ganado, alertando con rebuznos de la presencia del
enemigo. En este caso, la burra, no solo salvó su propia vida al evitar en tres
ocasiones continuar su marcha hacia el ángel, sino que también salvó la vida de
su terco amo, quien solo se dio cuenta de ésto, cuando el Altísimo abrió la
boca de la burra y los ojos de Bilám.
Seamos sabios y aprendamos
de este relato, procuremos no ser “llaneros solitarios”, sino que busquemos
mantenernos dentro del pueblo de Yisrael, en el cual fuimos injertados,
mediante la sangre de nuestro amado Mesías. Además no seamos obstinados, sino
que pidamos al Señor, que nos haga sensibles a su voz y a su instrucción, para
que no intentemos pasar por encima de los obstáculos que Él mismo pone en
nuestro camino buscando evitar que vayamos en contra de su voluntad. Porque
como dice el Pastor Rubio, el lugar más seguro en el que podemos estar, es el
centro de la voluntad del Eterno.
Rocío
Delvalle Quevedo
05 de Julio de 2012
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