En la parashá (Porción de la
escritura) Terumá (Shemot/Exodo 25:1-27:19) encontramos una descripción
de los elementos que conformarían el mishkan (Tabernáculo de reunión)
durante el tránsito de los hijos de Israel por el desierto. De entre todos
éstos elementos casi todos (el arca y sus varas, la mesa y sus varas, los
tablones y sus travesaños, así como el altar y sus varas) debían ser hechos de
madera de acacia.
Acacia es el nombre común que reciben
algunas especies de árboles de la familia taxonómica Fabaceae, y se encuentran
dentro de la subfamilia Mimosoideae. Existen unas 1300 especies en el mundo1
y numerosas variedades de este árbol, que se caracteriza por su frondosidad, su
espectacular colorido y las espinas que cubren sus ramas1. En el
texto en hebreo se nombra como madera de שטים/shitim2 y se cree que la
variedad conocida como Acacia Roja o Acacia Seyal fue usada por los egipcios
para la elaboración de ataúdes y fue la que usaron los israelitas en
la construcción del mishkan (Tabernáculo de reunión)3.
La acacia se usa de forma habitual en la
decoración de jardines y parques1. Pero es su madera la que se
aprecia de forma más especial por su durabilidad, acabado brillante y variedad
de formas3. La madera resulta del tejido ya muerto y endurecido de
lo que en principio constituye el sistema de vasos conductores a través de los
cuáles el árbol transporta el agua y los minerales absorbidos del suelo por la
raíz hacia todas las partes del árbol. Técnicamente se conoce como Xilema que
da rigidez mecánica al tallo y transporta la corriente de agua y sustancias
disueltas (savia bruta) desde la raíz hasta la hoja4.
Parece interesante que el elemento (madera)
con el cual se elaboraron varios de los implementos del sitio de Reunión entre
el Eterno y su pueblo, corresponde a una parte sumamente vital para el árbol,
que alimenta su interior con agua y minerales. Cuán importante es que en
nuestros tiempos de reunión con el Altísimo su Ruaj HaKodesh (Espíritu
Santo) cuyo templo es nuestros cuerpo (1° de Corintios 6:19), inunde nuestros
labios con los manantiales de agua que vienen con la alabanza, así como lo
hacía Miriam (Maria la hermana de Moisés) la profetiza (Shemot/Éxodo
15:20-21); que en nuestro corazón rebosen las palabras de su Torah (La
Escritura) que nos alimentan cual minerales a las plantas y que seamos repletos
con la presencia en nuestras vidas del agua de vida que es Y'shúa
nuestro Mashíaj (Jesús nuestro Mesías) (Juan 7:37-38).
Rocío Delvalle Quevedo
Bióloga en formación.
Universidad Nacional de Colombia
27 de Enero de 2012
REFERENCIAS
4. SINNOTT EW &
WILSON KS. Capítulo 7: El Tallo. Botánica: Principios y problemas. C.E.C.S.A.
1963.
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