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sábado, 23 de marzo de 2013

BIOLOGÍA EN LA TORAH - QUE PASA CON UNA SEMILLA CUANDO SE MOJA?



“Si alguno de estos cadáveres cae sobre la semilla destinada a la siembra, la semilla permanecerá pura. Pero si la semilla se remoja en agua, y alguno de esos cadáveres cae sobre ella, deberán considerarla impura” (Vayikrá/Levítico 11:37-38, NVI)


Una semilla es, en términos botánicos, un óvulo fecundado que contiene el material genético compactado para dar lugar a una nueva planta. La semilla se desarrolla como resultado de la fecundación del óvulo por parte del polen. Dicho fenómeno de fertilización desencadena una serie de procesos metabólicos a través de los cuales la semilla crece en volumen y en masa, y su contenido de azúcares, proteínas y lípidos aumenta generando las reservas necesarias para el momento de la germinación. Al principio la humedad de la semilla es alta, pero al final de su desarrollo la humedad decrece (1). Esta desecación genera la pérdida de casi el 90% del agua y trae como consecuencia que el metabolismo se detenga, osea la tasa respiratoria es casi nula, la semilla no consume sus reservas de alimento, no los convierte en energía, no crece (2) y así puede durar almacenada bajo las condiciones adecuadas por mucho tiempo.


Mientras la semilla no entre en contacto con el agua, no germinará, es decir, no se convertirá en plántula, no crecerá, ni llegará a dar fruto. La primera fase del proceso de germinación de una semilla es la inmersión de la semilla en agua. Técnicamente esta fase se conoce como imbibición y se define como el proceso de absorción de agua por la semilla. La absorción de agua por parte de la semilla desencadena el comienzo de muchos procesos metabólicos tales como el aumento en la tasa respiratoria, la síntesis de proteínas, la liberación y consumo de los alimentos que se tenían como reserva, es decir, la semilla renace, saca raiz, se aferra al sustrato, y sube de cara al sol hacia los cielos (1).


En términos literales, podríamos llegar a entender la instrucción de Vayikrá/Levitico 11, en el sentido de que mientras la semilla esté seca es prácticamente inerte a las sustancias que están en su exterior, mientras que cuando se ha mojado, la semilla ha revivido y se ha hecho sensible al medio externo. Yeshúa (Jesús) en la parábola del trigo y la cizaña nos compara con semillas (Mateo 13:38). Nosotros antes de recibir al Mesías en nuestro corazón, vivíamos en este mundo, pero como dice Rav Shaul (Pablo), estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, éramos ajenos al pueblo de Israel (Efesios 2:5 y 12), cual semilla desecada, nuestra vida espiritual estaba como muerta. Al no hacer parte del pueblo del Eterno, y desconocer sus instrucciones dadas a través de Moshé (Moisés) al pueblo de Israel, éramos insensibles a las impurezas que se podían generar en nosotros por comer sangre, tocar cadáveres, o alimentarnos con algunos animales. De la misma manera, no nos importaba mentir, fornicar, o profanar el Shabat (día de reposo), éramos ignorantes de nuestro pecado.


Pero en el momento en que Yeshúa (Jesús) llegó a nuestras vidas, como el agua viva (Juan 4:13-14), hizo que nosotros como semillas volviéramos a la vida, nacimos de nuevo (Juan 3:3), fuimos lavados con su sangre, nos injertó entre las ramas del olivo natural (Romanos 11:17), nos hizo parte del pueblo de Israel y conocimos sus instrucciones de vida declaradas al pueblo de Israel. También de esta manera, nos hicimos susceptibles a la impureza ritual, conocimos que hay alimentos que como parte del pueblo apartado del Eterno no debemos hacer parte de nuestra dieta, lugares que no debemos frecuentar y cosas que no debemos tocar. Además como dice Romanos 7:7, si no fuera por la Torah (Ley, instrucción) no nos habríamos dado cuenta de lo que era pecado, y cuando nos dimos cuenta probablemente decidimos alejarnos de las cosas que nos impurificaban y evitar las acciones que nos hacían pecar.


El Eterno, bendito sea su nombre, nos puso en esta tierra como semillas, y Yeshúa (Jesús) como agua viva, nos inundó y nos hizo germinar, con el propósito de ser como árboles plantados junto a corrientes de agua que da su fruto a su tiempo (Tehilim/Salmos 1:3). Frutos que sean testimonio y luz a las naciones, del amor y la misericordia de nuestro Señor, y de su Reino que vino a implantar en esta tierra. La semilla que ya había sido humedecida, se impurificaba, no era apta, no se podía sembrar(3). Procuremos con toda diligencia y aferrados a la misericordia del Eterno, guiados y con la ayuda del Ruaj HaKodesh (Espíritu Santo), conducir nuestras vidas de tal forma, que luego de haber conocido a Yeshúa (Jesús), fuente de agua viva, no nos impurifiquemos y podamos crecer como plantas vigorosas que lleven fruto, seamos cuidadosos de no ser desechados para éste fin.


Rocío Delvalle Quevedo
Biologa en Formación
Universidad Nacional de Colombia
17 de Marzo de 2013



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REFERENCIAS

1. DOIJODE, SD. Seed Storage of Horticultural Crops. Food Product Press An imprint of The Haworth Press, Inc. New York London Oxford. 2001.
2. TAIZ L & ZEIGER E. Plant Physiology. Sinauer Associates,  5th Ed. 2010.
3. LOCKWARD A (Ed). Nuevo Diccionario de la Biblia. Editorial Unilit. 1992.

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